Dr. Giovanni Bistoni

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Ideal de Belleza: Evolución histórica.

La evolución del ideal de belleza desde el Antiguo Egipto hasta hoy

El concepto de belleza femenina y masculina ha evolucionado mucho a lo largo de la Historia. Un repaso por las diferentes épocas y civilizaciones nos permite comprobar cómo ha cambiado desde la era egipcia hasta el siglo XXI.

Para los antiguos egipcios (2955–332 a.C.), el cuerpo humano debía estar armónicamente proporcionado. Usando el puño como unidad de medida, codificaron la estatura perfecta de las personas en 18 puños: dos para el rostro, diez desde los hombros hasta las rodillas y los seis restantes para las piernas y los pies. En consecuencia, a una mujer o un hombre se les consideraba bellos si medían 18 veces su propio puño y cumplían otros “requisitos” del canon; por ejemplo, la mujer egipcia debía ser delgada y tener miembros pequeños pero caderas anchas, así como pechos pequeños y torneados.

Siglos más tarde, en la Grecia Clásica (siglos VIII–I a.C.), se dio una fuerte conexión entre las matemáticas y la belleza. Ésta se concebía como el resultado de cálculos matemáticos y medidas proporcionales. Por ello, hombres y mujeres se tenían por bellos cuando todas sus partes estaban proporcionadas a la figura entera, ya que la belleza se basaba, sobre todo, en la simetría. El canon establecía, además, que el cuerpo humano debía medir siete veces la cabeza (canon de Policleto, siglo V a.C.), si bien, tras una modificación por Lisipo, pasa a ocho cabezas, ganando altura.

Estos cánones de belleza de la Antigua Grecia se observan a través de su escultura. En el caso de las estatuas femeninas, aunque proporcionadas, representan a mujeres más bien robustas y sin sensualidad, con ojos grandes, nariz afilada, boca y orejas ni grandes ni pequeñas, mejillas y mentón ovalados, que daban un perfil triangular, cabello ondulado detrás de la cabeza y senos pequeños y torneados.

En cambio, el ideal masculino estaba basado directa y exclusivamente en los atletas y gimnastas, a quienes se les atribuían cualidades como el equilibrio, el valor, el control o la belleza; rasgos que encontramos en esculturas como el Doríforo de Policleto o el Apolo de Belvedere.

Además, el canon de belleza griego fue adquirido y aplicado por la civilización romana durante cuatro siglos aproximadamente. Como muestra, basta observar las estatuas de la etapa imperial, que guardan las mismas características que encontramos en las esculturas griegas.

Belleza nórdica y moralidad cristiana en la Edad Media

En la Edad Media (siglos V-XV), se combina el ideal estético impuesto por las invasiones de los “bárbaros”, que mostraban la belleza nórdica de ninfas y caballeros, con la fe y la moralidad del Cristianismo de la época, que impuso el recato como norma principal.

De este modo, la mujer medieval muestra blancura en la piel, cabellera rubia y larga, pese a que el pelo suele estar recogido, rostro ovalado, ojos pequeños pero vivos y risueños, nariz pequeña y aguda, labios pequeños y rosados y torso delgado de complexión ósea como corresponde a las nórdicas: caderas estrechas, senos pequeños y firmes, y manos blancas y delgadas. La blancura de la piel era un símbolo de belleza muy importante, ya que era un indicador de la pureza de la mujer y, al tiempo, un símbolo de su procedencia del Norte de Europa.

En cuanto a los hombres, eran representados como caballeros guerreros con armadura y pelo largo, altos y delgados, fuertes y vigorosos, esbeltos y con pecho y hombros anchos para aguantar la armadura, piernas largas y rectas como señal de elegancia y porte y manos grandes y generosas como símbolo de habilidad con la espada y de masculinidad.

David Miguel Angel

En el Renacimiento (siglos XV-XVI), se vuelve a imponer un canon de belleza semejante al del mundo clásico, recuperando la armonía y la proporción. Dos ejemplos arquetípicos de la producción artística de la época son el David de Miguel Ángel y el Nacimiento de Venus de Sandro Boticelli, que aún son emblemas de belleza masculina y femenina respectivamente.

Por supuesto, no podemos hablar de la belleza renacentista sin mencionar a Leonardo da Vinci, quien dedicó buena parte de su “Tratado de pintura” a describir las proporciones más armónicas entre todas las partes del cuerpo con el famoso dibujo del “hombre de Vitruvio”. En él, el ombligo es el punto central tanto del cuerpo humano como de la circunferencia y el cuadrado en los que se inscribe cuando el hombre está extendido.

A continuación, la época del Barroco (siglos XVII–XVIII) se caracteriza por ser la edad de la apariencia y la coquetería. En cuanto al aspecto físico de las mujeres, se pueden adivinar, bajo sus ropajes cuerpos más rollizos que en épocas anteriores, pechos más prominentes, resaltados por el uso de los corsés, caderas anchas y cinturas estrechas, hombros estrechos y brazos redondeados y carnosos. La piel blanca sigue siendo un referente de belleza.

De los hombres, por el contrario, destaca mucho el pelo (muchas veces con peluca), la piel muy blanca y las mejillas rosadas y, por encima de todo, trajes suntuosos de infinitas capas. Con todo, la llegada de la Ilustración en el siglo XVIII puso fin a estas modas e impuso nuevamente la sobriedad en las formas.

Los frenéticos cambios del siglo XX

Así llegamos al siglo XX, en el que el canon de belleza femenino (el masculino se ha mantenido más o menos invariable desde la Grecia Clásica) fue modificándose casi con cada cambio de década. A principios de siglo, por ejemplo, triunfaban las chicas Gibson, con caderas y busto generosos y cintura estrecha, hasta que llegaron las “flappers”, que se cortaron el pelo y presentaban una silueta aplanada, con los pechos y la cintura ocultos.

Twiggy Lawson

En los años 30 y hasta la Segunda Guerra Mundial, comienzan a tomar protagonismo de nuevo las curvas, que tienen su mayor auge en los 50, si bien una década después se impone una nueva tendencia de belleza consistente en mujeres altas y delgadas como la modelo Twiggy Lawson.

En los 80, el péndulo oscila una vez más y las operaciones de aumento de pecho se convierten en las más demandadas en la incipiente Cirugía Estética, tendencia que se ha mantenido hasta hoy. Finalmente, los inicios del siglo XXI combinan un ideal de belleza que, a veces, es sinónimo de delgadez con la influencia de celebridades con más curvas como Jennifer López, Beyonce o Scarlett Johansson.

fuente:SECPRE

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